jueves, 30 de agosto de 2007

jamais


mi vida nueva en el havre es volver al útero materno, a las noches con estrellas, a la infancia protegida. e inmaculada. es volver a casa en una noche de tormenta. es el sueño de mis noches y la tranquilidad de mis días.

avatares, peripecias. aprendizaje constante, trazados a tientas en el laberinto. y errar. errar en el laberinto.
el laberinto era un pasillo negro con curvas en todas direcciones. con puertas. oscuro, tenebroso, espantoso. el laberinto era la repetición de un mismo camino, de una trayectoria errada. la iteración de mis pasos perdidos, sin norte. errante.
errante y solo en la noche, re-iterando-me, volviendo sobre mí, sobre mis pasos muertos, sobre mis palabras secas, sobre mis lágrimas gastadas.
no es fácil poner en palabras la experiencia del laberinto. no es posible encontrar las palabras. no puede comunicarse la sensación de desasosiego, desacierto, desatino. desesperanza y desamparo. como los barcos pequeños en noche de tormenta, lejos de su havre. como los niños perdidos en una multitud, con la boca cosida y los ojos vendados.

un día mis pasos desacompasados me llevaron a una puerta que nunca había cruzado. un umbral oscuro. un quicio siniestro, olvidado. descartado, descuadrado, despuntado.
mis pasos me llevaron dentro. pasado, repasado, repetido. y ahí estaba yo, frente a ti.
tú me habías dejado en la entrada del laberinto. entrada, entrecortada, entreverada. sentía que estaba en el centro exacto del laberinto. en la piedra angular, en el punto sin nombre, en la rosa sin pétalos ni aroma. pero que ahora me abrirías la salida.

te miro a los ojos y veo en ellos un horizonte claro. veo el primer día del hombre en el mundo, el apocalipsis, la naturaleza humana regida por el sexo y la muerte. veo una línea recta que me asusta y se me clava en lo más hondo de mis pupilas.
la palabra explota en tu boca y me revienta en los ojos.
cuando los abro la lluvia empapa mi cuerpo. las paredes del laberinto yacen, derruidas, a mis pies. estoy solo entre los escombros de mi yo desmantelado y la piel de mi cuerpo, erizada bajo la lluvia, le da la bienvenida a mi yo reconquistado.
por fin, como tantas veces había soñado, al final del laberinto estaba yo mismo.
estoy fuera del laberinto.

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